Mallorca es conocida también como la isla de la calma. Así la definió el gran pintor y escritor catalán Santiago Rusiñol. Cuando la visitó por primera vez en 1903 quedó fascinado con su luz, su paisaje, el agua del mar, las calas, los puertos, las montañas y los pinos, los bancales, el calles medievales y los patios de la ciudad. Todo le rezumaba paz y serenidad.
Aún hoy está llena de lugares donde la tranquilidad se hace presente en la atmósfera, suave, dulce, lenta y parsimoniosa, sin nada más que hacer que dejar pasar el tiempo. Tanto es así en verano como en invierno, o las primaveras y los otoños. Durante el día y los atardeceres cuando el sol se pone, y bajo las estrellas.
Cala Fornells, a los pies de la Sierra de Tramuntana, a los pies del Mar Mediterráneo, rodeado de pinos, bajo un cielo limpio, es uno de esos rincones para desconectar del ajetreo diario y reencontrar la paz interior mediante la práctica del yoga, ideal para el mantener el cuerpo tonificado, la mente abierta y el alma pura.
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